Una sutil neblina envolvía el campamento cuando Loriot regresó. Antes del amanecer, tras no dormir durante la noche, había salido de la tienda para llegar al segundo collado, aquél que daba paso y desde el que se podía contemplar las tierras malas.
El amanecer lo había sorprendido observando el páramo que se extendía a sus pies, una enorme altiplanicie que deberían cruzar antes de descender hasta el llano, en cuyo borde a los pies de la montaña se encontraba Cabira. Llevaba varias horas contemplando la inerte superficie en la penumbra que le permitía la luna salpicada de las luces de múltiples fogatas que se extendían irregularmente por toda su superficie. Las primeras luces del amanecer le permitieron intuir el trazado de la senda que atravesaría páramo, pero también cómo una ola de destrucción había arrasado los pocos lugares habitados incrustados entre la desolación de las Malas Tierras.
-Será una travésía peligrosa -pensó-. Las Malas Tierras nunca han sido un lugar placentero, pero las historias que había escuchado las últimas semanas son ciertas. El mineral escasea, y los mineros han decidido que es más productivo robárselo a los demás antes que buscarlo; y de paso a los pocos viajeros que atraviesen su comarca.
Hasta ese momento había pensado que atravesarían las Tierras Malas como hacen siempre; pero estaba empezando a plantearse la alternativa.
-Mehl estará conténto. Lleva todo el viaje abogando por tomar el viejo camino del Vado, aunque así casi tendremos que ascender la pirámide de Nebira, el antigüo Dios-Montaña.
El pico de Nebira es la montaña más alta de todo el sistema, y los habitantes antigüos de la cordillera lo consideraban un Dios. No es extraño, porque su inmensa mole se hace visible desde casi cualquier punto de la comarca, aunque desde hace años se abandonó el camino que pasaba junto a su ladera y que conducía a Cabira para tomar el camino de las Tierras Malas. A los Monteros siempre les había gustado este trayecto, ya que el camino seguía practicable pero alejado del tránsito, lo que le daba un cierto aspecto de abandono y decadencia que le complacía; pero nunca lo solía tomar por dos razones: la primera es que es mucho más largo que el camino actual, y la segunda es que había que enfrentarse a dos pasos complicados sobre todo si se viaja con mulas cargadas: atravesar el Vado, y subir a la Cruz de Armas. A ésto había que añadir que al ser un camino poco frecuentado, la sensación de desprotección durante el viaje es mayor, pero dadas las últimas noticias en las Tierras Malas lo solitario del camino parecía convertirse en una ventaja. Vovió pensativo al grupo, al que ya se había sumado Meriel.
-Creo que tomaremos el camino del Vado -dijo-.
Una sonrisa general invadió la cara de todos, incluyendo a Meriel, y un alegre comentario salíó de la boca de Káspar.
-Por fin una buena noticia... Tal vez podamos subir a Nebira.
-No subiremos, símplemente pasaremos a su lado por la Cruz. En este viaje no tenemos tiempo, tal vez a la vuelta...
Nadie insistió, pero en la sonrisa que todos mantenían se reflejaba que no se habían tomado demasiado en serio la negativa. Ni siquiera Loriot. Ni siquiera Meriel.
Terminaron de recoger rápidamente, con alegría; e inmediatamente abandonaron el camino sin llegar al segundo collado para tomar un estrecho sendero que salía a la izquierda, bordeando por este lado el pico de Monvejo, y que llevaba por el antigüo camino. A lo lejos, por encima de las cumbres más cercanas, aparecía la mole inmensa de Nebira en una mañana despejada y con una toca de nubes pinchada de su cumbre. El día se planteaba espléndido, y Mehl comenzó a silvar una canción.
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